En un inicio la vida de los monjes cristianos se basaban en el Monacato. Este sistema apareció tras el edicto de Constantino que permitió la religión cristiana en 313, se baso en la vida de eremitas que se sometían a una vida en austeridad para sustraer las tentaciones del cuerpo y en algunos lugares como Siria, el movimiento alcanzaba tal fuerza, que los eremitas pasaban parte de su vida encadenados a una roca.
Por otro lado muchos cristianos preferían la vida en comunidad sometidos a una regla y hacia el 320 el primer monasterio fue construido. El Monacato se difundiría de oriente hasta Italia y después hacia la Galia, mientras las comunidades aumentarían con la difusión de monasterios y abadías, en donde cada monasterio elaboraba su propia regla.
Por otro lado muchos cristianos preferían la vida en comunidad sometidos a una regla y hacia el 320 el primer monasterio fue construido. El Monacato se difundiría de oriente hasta Italia y después hacia la Galia, mientras las comunidades aumentarían con la difusión de monasterios y abadías, en donde cada monasterio elaboraba su propia regla.
Seguidamente un monje conocido como Benito de Nursia, cuyas reglas fueron rechazadas por sus duras exigencias para los monjes, decidió desplazarse con un grupo de discípulos a Montecassino en 529, en donde funda su propio monasterio y en 534 establece un reglamento de vida para monjes principiantes conocido como el reglamento benedictino, resultado de sus largos años de experiencia y reflexión.
Su reglamento adopta los principios de la vida en soledad del monje en una comunidad, sometido a una regla. El monje abandona todos sus bienes y debe completa obediencia al abad. Debe orar la plegaria colectiva, que marca el ritmo de vida cotidiano, trabajar para combatir la ociosidad, procurar la subsistencia de la comunidad y alimentarse de la palabra divina.
A continuación un monje irlandés, san Columbano, que denunciaba la inmoralidad de algunos obispos y reyes, fue expulsado y en Italia, fundaría en 613 la comunidad de Bobbio, en donde estableció dos reglas muy rigurosas que se complementaban con la vida cotidiana del monje.
San Benito muere hacia 547 y San Columbano en 615. En 620 se realiza la primera mención explícita de la regla benedictina y hacia 680 desaparece el monacato de San Columbano. El triunfo de la regla benedictina era inevitable y se afianzó durante el papado de Gregorio Magno, electo en 590, había sido un monje que vivió bajo las reglas de san Benito y en 596 le había confiado al monje benedictino Agustín la evangelización del reino de Kent, cuyo soberano se caso con una princesa franca, difundiendo la regla, mientras misioneros evangelizaban a los reinos anglosajones y la regla benedictina se afianzaba en Occidente.
Durante la época carolingia, los príncipes y reyes respetaron la autoridad de los obispos y abades, pero en los siglos IX y X, después de la desintegración del imperio de Carlomagno, la Iglesia entro en confusión y fue sometida a saqueos de sus propiedades, mientras la orden benedictina no resistió a las invasiones de estos bárbaros, cuyas abadías fueron saqueadas y quemadas, por lo que buscaron refugio en los señores locales, que los convirtieron en vasallos.
El régimen feudal había aparecido y muchos dignatarios religiosos se convirtieron en terratenientes gracias a un señor, adoptaron el principio de los señores feudales y participaron en las empresas militares, administraron justicia y percibieron tributos.
Pero en 910, Guillermo de Aquitania fundaría la abadía de Cluny y donaría a los monjes sus dominios, que abarcaban campos, bosques, prados, edificaciones y siervos, en donde los conversos, basados en el apogeo del reglamento benedictino, siguieron este modo de vida, mientras la biblioteca de Cluny se convertía en un lugar rico en manuscritos en los que se establecían salmos y textos sagrados.
Los monjes se dedicaron a la caridad y acogían a todos aquellos que vivían en la miseria, mientras que Guillermo procuraba que la abadía quedara fuera del alcance de toda autoridad real, señorial y episcopal, estableciendo que solo podía ser dirigida por monjes benedictinos, sujetos a la autoridad de la santa sede de Roma. En una época en la que muchos de los monjes se habían perdido ante las riquezas del sistema feudal, la abadía de Cluny se convirtió en una institución que defendía la dignidad de los clérigos.
A pesar de este pequeño avance, el sistema Feudal acarreó nuevas consecuencias en la Iglesia, la cual, cayó en manos de los laicos, en donde muchos de los hombres de fe cedieron a la tentación de los bienes materiales y ocuparon cargos eclesiásticos en función de los ingresos que aportaba. Además de comprar y vender cargos episcopales, acompañado de un pago por la administración de los sacramentos, conocido como simonía.
La calidad de las vocaciones disminuyó, muchos sacerdotes estaban casados o vivían en concubinato y algunos se quejaban de verse obligados de oficiar la misa. Mientras el papado cayó en disputas de las grandes familias, que elegían y desasían papas a su antojo, situación que acabo con la intervención del emperador Enrique II, que expulsó a los papas rivales en 1046, y a partir de este momento los emperadores eligieron a papas de mejor calidad que los anteriores, pero que aún estaban sujetos a un poder imperial.
Frente a esta situación, era necesaria una reforma en la Iglesia, en la que surgieron algunos focos, como el de Pedro Damián en 1057, que crítico las costumbres del clero y denunció la simonía, declarando la invalidez de los sacramentos. En 1059, el papa Nicolás II promulgó un decreto en el que solo los obispos de Roma tenían la potestad de elegir al papa.
La Iglesia se había liberado de la tutela imperial y por fin se podía emprender una reforma. A continuación se evidenció que para salir de la crisis, era necesario que la Iglesia escapara del control de los laicos. Reforma que propone la abadía de Cluny, con la separación de las funciones entre clérigos y laicos. A los laicos les quedaba reservado el matrimonio y a los clérigos la vida consagrada en el celibato, mediante una vida en comunidad basada en la pobreza.
En 1073 es elegido papa Gregorio VII, quien buscaba la libertad y la reforma total de la Iglesia. En 1075 promulga el decreto conocido como Dictatus papae, que prohibió recibir de manos de un laico un obispado y una abadía, además de permitir concilios que expulsaron a los obispos simoníacos. El decreto se constituyó en el principio de que el papa, como vicario de Cristo, tiene un poder absoluto y universal. El papa empuña la espada espiritual y delega la espada temporal a los príncipes laicos. Por tanto, puede someter a los príncipes a su juicio, o deponer a los emperadores si éstos se oponen a la voluntad de Dios y a los derechos de la Iglesia.
Este decreto será el causante de los enfrentamientos entre el papa Gregorio VII y el emperador germánico, Enrique IV desde 1075. Enrique IV designaría a su capellán como obispo de Milán, a lo que Gregorio lo excomulga, mientras Enrique lo depone como papa y a su vez, Gregorio lo depone como emperador.
Los príncipes alemanes abandonan al rey y Enrique IV se somete como penitente en el castillo de Canossa y el papa levanta la excomunión. Enrique prosigue la lucha y Gregorio renueva la excomunión y elige emperador al nombrado por los príncipes alemanes, pero en 1080 los obispos alemanes deponen a Gregorio y eligen a Clemente III como antipapa.
Enrique IV toma Roma y Clemente III lo corona como emperador en 1084, mientras Gregorio VII se ve obligado a huir hasta su muerte en 1085. A partir de este momento estos conflictos duraran hasta 1122, cuando Enrique V y el papa Calixto III firmen el concordato de Worms, que establecerá los aspectos temporal y espiritual de la función episcopal.
En 1139, 1169 y 1215, los concilios de Letrán organizarán la vida de la Iglesia, definirán los deberes de los fieles, la práctica de los sacramentos y la normativa religiosa, mientras la Iglesia reivindicará su dominio sobre la Cristiandad, con Roma a la cabeza del mundo.
En 1555, Federico Barbarroja tratará de controlar el clero, al decir que su poder emana de Dios, pero el papa agrupado en la Liga lombarda, lo derrotarán en 1176 y este aceptara la paz de Venecia en 1177. En la lucha entre el papado y el imperio, éste saldrá perdedor, mientras la Iglesia se afianzará con el control establecido en el Dictatus pape, durante el papado de Inocencio III, entre 1198 y 1216.
A fines del siglo XII, la Iglesia volvió a entrar en un período de crisis, en un momento, en el que el crecimiento de las ciudades causaba una separación más desigual entre ricos y pobres que escandalizaba a los cristianos, mientras la necesidad de educar a los servidores de la Iglesia y del estado, permitió el surgimiento de las universidades, que hicieron reaccionar a los intelectuales en contra de una Iglesia que vivía en la opulencia y estaba de parte de los ricos y los señores feudales.
En este contexto, las herejías se acrecentaron y dos hombres se destacaron con el surgimiento de las órdenes mendicantes, Domingo de Guzmán y Francisco de Asís. Domingo, era un canónigo que usaba la palabra para convencer a las personas. En 1205 decide partir a Asia, pero el papa Inocencio III lo envía a Languedoc, para detener la herejía cátara. Domingo predica sin descanso y consigue convertir a los herejes y hacia 1217 en Toulouse, fundaría la orden de los Hermanos predicadores o dominicos.
Los miembros de la orden se trasladaron a París para completar su formación y recibieron el nombre de jacobinos, mientras otros partieron a Bolonia y la orden se desarrollo con gran rapidez.
En este contexto Francisco de Asís, acogería la vida de ermitaño dedicado al cuidado de los leprosos. En 1209 se le unen varios adeptos y recorren los campos mendigando o trabajando para el sustento, mientras Francisco se dedicaba a la predicación del amor a Dios, la pobreza, la humildad y la penitencia. Como a los laicos les estaba prohibido predicar, se entrevista con el papa Inocencio III, quien dudo al principio por el gran número de adeptos, que los hizo ver como una peligrosa herejía, pero acepta y los miembros se organizan en la orden de los hermanos menores o franciscanos.
Finalmente Francisco obtiene el apoyo del cardenal Ugolino de Conti, que le da forma a la orden franciscana y Francisco desinteresado de un papel de superior, prefirió una vida en soledad y en pobreza, hasta su muerte en 1226.
El éxito de los hermanos menores fue mayor que el los dominicos y en 1228 se construye la basílica de Asís. Mientras la orden se enfrentaba a una compleja organización, proveer la misión de los hermanos, organizar noviciados y a construir conventos para los hermanos y hermanas. De esta surgieron muchas otras órdenes mendicantes, pero entre dos dilemas, los conventuales que practicaban las enseñanzas de Francisco y los observantes, que terminaban fascinados por la pobreza, terminando en la herejía.
Los hermanos mendicantes se asentaron en las grandes ciudades de las que subsistían, se agruparon en las universidades y predicaron a través del sermón como una pedagogía de fe, mientras que este era redactado en textos de “lengua vulgar” y no en latín, adaptándose a todos los grupos sociales y ganándose el afecto de los laicos, y tras obtener la autorización de escuchar las confesiones, se convirtieron en los guías espirituales de grandes y burgueses.
El éxito de las ordenes mendicantes los enfrentarían con sacerdotes y obispos, pero su existencia fue esencial para luchar contra la herejía, la difusión de la enseñanza divina y para afianzar el conocimiento teológico de la Iglesia Cristiana en las grandes universidades medievales.
En un período de guerras el papado fue exiliado en 1309 en Aviñón, mientras estos gastaban sumas enormes para la reconquista de los estados pontificios italianos. En 1376 el regreso a Roma parecía posible, durante el papado de Gregorio XI, pero dos años después muere y se pedía la elección de un papa italiano, por lo que Urbano VI accede al pontificado.
Este se mostró hostil contra los cardenales, que eligieron como nuevo papa a Clemente VI, que decidió regresar a Aviñón, obteniendo el apoyo de Francia, iniciándose el período conocido como el gran cisma.
Europa se encontraba desgarrada por la guerra y la Iglesia quedo dividida entre los urbanistas y los clementinos y tras 15 años de conflictos bélicos, en la que no hubo victorioso, el pueblo se sumía en preocupación por la división de la Iglesia, mientras los teólogos de las universidades, proponían la elección de otro papa separado a los anteriores.
En 1409 se lleva a cabo el concilio de Pisa y Alejandro V es electo papa. La situación había empeorado, ahora eran tres los papas enfrentados y hacia 1410 sus sucesores el pisano Juan XXIII en Roma, el clementino Benedicto XIII en Aviñón y el legítimo por la Iglesia, Gregorio XII, refugiado en Nápoles.
En 1414, el emperador germánico Segismundo de Luxemburgo, convoca el concilio de Constanza, en el que fueron depuestos los tres papas y se llego a la conclusión de que el cisma fue como consecuencia de la actitud burocrática de la Iglesia, al gastar grandes sumas por el control de los estados pontificios, acompañado con su intromisión en asuntos diplomáticos en los conflictos entre las potencias europeas, que terminaron por debilitar la fe y el surgimiento de herejías, destacando a los lolardos y los husitas, que se afianzaron considerablemente en Bohemia.
Ante la grave situación, la Iglesia quiso reivindicarse y propuso un nuevo modo de gobernar la Iglesia, el papa sería el monarca junto con su consejo o cardenales, apoyados y controlados por un parlamento o concilio, que podría ejercer superioridad sobre el papa y con la elección de Martín V en 1417 se dio culminada, en teoría, el gran cisma.
Tras el decreto de Frequens y los concilios de Siena en 1423 y de Basilea en 1431, permitieron al papado reconstruir sus fuerzas y con la elección de Eugenio IV, se empezó a revisar el peligro que suponían los teólogos de las universidades y la necesidad de una alianza con los ortodoxos de oriente, ante el advenimiento turco, en el concilio de Florencia en 1439.
En Basilea se levantó un nuevo gran cisma, que eligió a Félix V papa, pero fue aplastado en 1449, como resultado del apoyo de los países de Europa a Eugenio IV, que posteriormente firmó con estos concordatos, que separarían las funciones de Iglesia y papado, mientras esta por fin obtenía su tutela separada al poder imperial.
Los estados italianos fueron reorganizados por el papado y Roma desarrollo una burocracia con el pretexto de organizar cruzadas en contra de los husitas y los turcos, mientras en Roma se darían grandes construcciones, especialmente en el Vaticano, como la reconstrucción de la Basílica de San Pedro en 1450, que demostraba el dominio recuperado por el papado.
Nicolás V, papa entre 1447 y 1455 fundaría la Biblioteca vaticana, mientras Pío II, papa entre 1458 y 1464 preservaría la dignidad papal, pero sus sucesores pusieron las riquezas de la Iglesia en manos de sus familias, a quienes le dieron principados territoriales, mientras esta se rodeaba de una corte de lujo, que terminaría en el gran escándalo de la Iglesia en los albores de la Edad Moderna.
Continuara...
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